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martes , abril 16 2024
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CGT / La hoguera de las vanidades

Por GUSTAVO RAMÍREZ *

 

¿Por qué no? Estaba todo dado. ¿Por qué se avanzó en silencio sobre la prolongación de lo inevitable? ¿Por qué el Triunvirato pone en juego su escaso margen social? ¿Cuál es el rumbo de la CGT? ¿Por qué no estaban en el escenario ambas CTA y la Corriente Federal de Trabajadores? ¿Por qué se adelantó el acto? Demasiados interrogantes. Pocas, muy pocas respuestas.

La movilización de los gremios industriales y de la CGT fue mucho más que masiva. El peso real y simbólico de la misma adquirió la forma que toma el malestar social cuando los sectores populares salen a la calle. No era sólo el descontento. Fue el peso específico de un momento histórico que se agota en un viejo modelo. Fue la repulsa al neoliberalismo.

Miles de trabajadores comenzaron a llenar el corazón del centro porteño desde horas tempranas. Llegaron de distintas latitudes del país. De contextos diversos. Algunos recordaron aquel remoto, hoy, 1° de Mayo en la Avenida 9 de Julio. Las columnas de los sindicatos marcharon en orden. Se hicieron sentir y ver. Música popular, con bombos y trompetas. Banderas y estandartes. La identidad misma de los trabajadores impulsada por el sentir de la protesta.

El palco lucía impasible ante la marcha lenta de los manifestantes. Poco a poco la dirigencia ocupó su lugar. El brillo de otras jornadas no resplandecía con nitidez. Algo no terminaba de acomodarse allí arriba. Eso, luego, se percibió en los discursos.

Los oradores, Carlos Acuña, Juan Carlos Schmid y Héctor Daer.  Los tres hombres del Triunvirato, no estaban cómodos. Los gritos demandantes de ¡Paro General! entraban en sus oídos y distorsionaron sus pensamientos. Los discursos fueron previsibles, visiblemente nerviosos. Se dudaba al decir. Los cánticos no cesaban. El clamor crecía con el correr de los minutos y comenzaba a tornarse en bronca.

Detrás de los triunviros la CGT se agitaba. Había dirigentes inquietos que no ocultaban su malestar ante la ausencia de la clave: La fecha del paro. Por qué a decir de algunos dirigentes esa fecha ya estaba: El 30 de marzo. Entonces, ¿Qué ocurrió? ¿No se quiso correr atrás de un grupo político minoritario que exigía una resolución? ¿Se especuló de más?

Estaba la fuerza. Más de 500 mil trabajadores necesitaban escuchar la propuesta. Necesitaban el impulso, porque también necesitaban creer. Creer que la historia los tiene como protagonistas de las transformaciones sociales. Porque después de todo siempre fue así. Es la historia peronista. Pero la «conducción» se guardó la carta. Una jugada absurda. ¿Qué se espera? ¿Buscar un resquicio para una negociación sorda con un Gobierno cegado por sus propios intereses e ideología?

Ahora el terreno es árido y cuesta arriba para un Triunvirato sospechado de tibio. El descenso del escenario fue dantesco. Sobre todo porque allí no estaban los propios, que igual hubieran sido exigentes. Un grupo de militantes políticos pedían la cabeza de los dirigentes. Todo fue extraño. Ese mismo grupo asentado en el ala derecha del escenario no dejó de propinar gritos al Triunvirato desde el inicio del acto. Luego hubo forcejeos. Parte del todo.

¿Cómo vuelve el Triunvirato de ésta mala decisión? ¿Cómo queda la estructura interna de la CGT después de no poder capitalizar un acto propio? La conducción de la Central Obrera está en crisis. La credibilidad social ha sido vulnerada. La crisis está ahí, en carne viva. La tensión es grande. No hay unidad. Sobre todo porque quizá nunca la hubo. Es Gobierno se relame. Es lo que necesita. Una CGT débil y rota.

El desborde de las bases fue un mensaje. No hay demasiado margen. La postergación de una medida de fuerza contundente es una mala señal para el universo social de los trabajadores. Sobre todo porque las bases se sienten vulnerables. Bronca y tristeza, una descripción emocional para un hecho político. El Movimiento Obrero ya no puede esperar. Las necesidades urgen y es necesario que el mensaje llegue sólido y contundente al Gobierno. Las movilizaciones de ayer y previamente, la de los docentes el pasado lunes, son una advertencia para el Ejecutivo. Que abre los ojos. No mucho más.

La CGT se necesita a sí misma. Demasiado debate, dijo un dirigente sindical de peso. La unidad por ahora es una expresión retórica. El clima interno presagia tormenta en la Central Obrera. Las líneas internas se abren como ríos que se bifurcan. Unos se apoyan en Héctor Daer, otros el Shcmid. Sin embargo todos caminan en un terreno pantanoso. No hay triunfo si el que sonríe al final de la jornada es Gobierno.

* AGN / La Señal Medios

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